jueves, noviembre 15, 2007

Valle de las Penas


Caminando por las oscuras calles desiertas, descubrí entre mis pasos un olor fétido y penetrante, aspiré fuertemente en una actitud sadomasoquista y pude ver entre un montón de cartones y harapos el cuerpo inerte y hediondo. Las arrugas del rostro tenían la aridez de una salina, la desesperanza de sus habitantes, el olvido inmediato de cada uno que lo veía al pasar. El color barroso se diluía en cada uno de sus poros escurriéndose en cada gota un sudor tan helado como imperceptible a los sentidos . Hecho de tierras, de todas las tierras, de todos sus colores. Vagamundo inconfundible aparecen en sus ojos todos los mares, todas las sales, todo ahogo. Inmenso abismo que estremece a quien no ha quemado sus entrañas con la brisa de la arena bajo un ardiente sol enloquecedor. El rojo cielo hundiéndose marca el fin. La cabellera cenicienta de toda la cenizas, de todo los humos, de todo los fuego ex-tinto.