miércoles, junio 10, 2009

Condenado

Pasaron ya varios años y varios meses de esta historia, y puedo decirles que de todas las que he conocido esta debe ser de todas la peor prisión: prisión de la mente o de lamentar, como quiera usted. No veo con claridad el hilo conductor de las causas que me llevaron a este lugar, sólo poseo vagos recuerdos de imágenes, sonidos y rostros que me acompañan hasta el día de hoy y me preguntan, dicen y desdicen. Lo cierto es que después de haber transitado los campos pude sentir el cambio de ritmo en el andar, los pasos se volvieron más presurosos y no por eso necesariamente más seguros. Sin embargo, me queda aún la sensación de haber caminado por un largo rato, sólo, lentamente, preguntándome si acaso venía sólo, quizás por haber andado en varias ocasiones el mismo camino, quizás por los pasos que sentía detrás. Todos ellos estaban ahí, juntos, murmurando, fundidos unos contra otros, mezclándose, confundiéndose y confundiéndome ¿habrá sido la lluvia? De igual modo seguía sólo, el estallido me acompañó sólo por un instante tan efímero como efímeras eran mis certezas y los recuerdos que aún relampaguean en mi mente. Desenfrenos, brotes de rabia, besos malicias, luces intensas, movimientos felinos, aullidos, mentiras, gritos, placer, dolor. Y ahora entre las sombras me pregunto: ¿por qué los pasillos que precedían al pabellón parecían ser las veredas que debía atravesar para llegar a mi terrible hogar?
Fundido a fuego.

No hay comentarios.: